Tres iguales para hoy

Hace unos años, pertenecía a una peña de carnaval, y todos los años hacíamos un par de trajes (para cada uno/a, claro) uno lo utilizábamos para salir el Sábado de carnaval y el otro para el Ofertorio del Martes. El domingo y el lunes solíamos ponernos trajes de años anteriores, unas veces de acuerdo con todos/as y otras no. Pues una vez, no recuerdo si era Domingo o Lunes, de las que no nos pusimos de acuerdo, coincidimos en el baile tres, con el mismo traje, que casualidad, encima, las tres nos llamamos igual y mas o menos tenemos el mismo cuerpo. Pues estuvimos juntas, con el resto de la peña, bailando, “mascareando”, tomando copas, en fin, lo que se suele hacer en carnaval.
Como ya sabemos, conforme va pasando la noche, la gente se va “despendolando”, y la gente se va separando poco a poco, cada uno/a a su royo. Pues bueno, en un momento dado, fui a dar una vuelta por la barra, cuando alguien me cogió del hombro, al mismo tiempo que me decía:
-Fulanita, venga vamonos para casa, que ya esta bien joder, que se te ve mas que a nadie. Que te he visto bailar con un montón de tíos y a saber las copas que llevas ya, que cada vez te veo vas con una copa y encima cuando pasas por mi lado te haces la tonta, que te crees, ¿qué no te veo?.
Que fuerte, que vergüenza, era el marido de una de las otras. Yo le decía:
-Que no, que no soy tu mujer. Le decía yo, con “voz de mascara”.
-Anda, Fulanita, encima estas de cachondeo, haber si no voy a saber yo quien es mi mujer, osea, que te ayudo a ponerte el traje en casa y ahora me tomas por tonto.
-Que no, Fulano, que no, que no soy tu mujer (“con voz de mascara”).
La verdad es que era el quien iba “pasao” de copas, la situación se estaba poniendo tensa, porque el pensaba que me estaba riendo de el. Por otro lado, yo tampoco quería quitarme la mascara para convencerlo de que no era su mujer, pues no había necesidad de que la gente me conociera, vamos…, que no me parecía bien, quitarme la careta, ¡vaya!. Ya le decía con mi propia voz que no era su mujer, que estaba confundido, que su mujer estaba por hay.
Como veía que no lo convencía, me deshice de el y me metí entre la gente. Pero miro para atrás, y veo que me sigue el marido de la otra. Que desesperación, haber que podía hacer, pues este señor se estaba poniendo un poquito “pesao”.
Afortunadamente, “DON CARNAL”, es grande y hace milagros. En mi huida, me tropecé con las otras dos mascaras que iban igual que yo, la misma ropa, la misma estatura, ¡vaya!, tres iguales.
-Hola Fulanita, ¿donde vas con tanta prisa?. Parece que te persiga el diablo.
-Efectivamente, Fulanita, me persigue el diablo, hay lo tienes.
Y dándome la vuelta le señale a su marido (“el pesao”).
Entonces le dijo mi amiga:
-Que haces Fulano, ¿donde vas con tanta prisa?.
Este, se quedo mirándonos a las tres. Tal vez pensó: “…no puede ser que vaya tan borracho, no veo doble, veo triple…”. Se llevo la mano a la cabeza, se rasco los pocos pelos que le quedaban, dio media vuelta y se fue a su casa a dormir.
Luego contando la historia, pasamos mucha risa, pero “ojo”, que agobio en ese momento.

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