“Pienso favorecer a los labradores, guardar sus preeminencias a los hidalgos, premiar los virtuosos y, sobre todo, tener respeto a la religión y a la honra de los religiosos.”
(Cap. IL, 2ª parte de “El Quijote”).
Ayer llegaste rendido a tu destino y, unido a la cerrada noche que te albergaba, no pudiste ver los detalles de la zona de la ciudad que te acogía. Esta mañana al salir a la calle te has llevado una sorpresa al descubrir que estaban en pleno barrio judío de la ciudad de Zürich. Una sinagoga preside este barrio donde ves deambular a muchos judíos ortodoxos de los que se cubren la cabeza con el kipá, con los niños con amplias patillas y los adultos de riguroso negro de pies a cabeza.
Tú aventura alcanza cotas inesperadas: has sido invitado a participar en un Seminario Europeo, la semana que viene, en Eslovenia. Estás en la disyuntiva de acudir con el consiguiente retraso en unos días en el desarrollo de tu empresa, pero por otro lado la experiencia puede ser muy interesante. El tema del seminario es “El rol de las Organizaciones Humanitarias con los refugiados”, y posiblemente podamos contar con la participación de nuestro caballero herenciano en el mismo. En próximos días concretaremos más este asunto.
En tu estancia en Zürich has coincidido con un amigo que conociste en Rumanía que trabaja en Google. Ademá, mientras llenabas los bidones de agua fresquita en una de las muchas fuentes, escuchaste hablar español, y efectivamente eran tres paisanos, de Valdepeñas y Madrid. Un agradable encuentro.
Te despides de la ciudad de Zürich y tras una distancia recorrida echas la vista atrás y las Torres Gemelas de Carlomagno parecen despedirse del caballero manchego que ha descansado en las entrañas de su ciudad. Lo ideal, igual que ayer, hacer la ruta “sin mirar al retrovisor”, fuera de las carreteras convencionales; una camino más exigente pero más atractivo para la vista. Sólo “de refilón” te acercas a localidades como Wallisellen o Bassersdorf.
Durante esta travesía has encontrado un centro de acogida para africanos, en mitad del campo, apartado de la civilización. Te ha llamado mucho la atención y tu carácter abierto te ha hecho interesarte por las personas que allí estaban. 90 seres humanos que reciben del gobierno suizo 60 euros semanales (conociendo el nivel de vida suizo una cantidad nimia) y que se debaten ante la complicación de conseguir trabajo (sin visado de trabajo no te hacen contrato, y sin la seguridad de un contrato no consigues el visado; la pescadilla que se mueve la cola). En tu estancia con ellos juegas al futbolín y compartes conversación con algunos angoleños gracias a un portugués muy sui géneris por ambas partes. Como tú dices esta experiencia ha sido “descubrir otra Suiza” muy lejana al tópico país financiero, industrial y tan maravilloso que, generalmente, tenemos como imagen. Hoy te has sentido afortunado frente a la indefensión y las calamidades de los inmigrantes, sea cual sea el país donde se ubiquen.
Y así llegas a tu destino en la ciudad suiza de Winterthur (aunque a nosotros nos recuerde a una entidad aseguradora). Con restos arqueológicos de la Edad del Bronce fue dominada por los romanos llamándose Vitodurum. Su origen actual se basa en un asentamiento de la Baja Edad Media del siglo XII, momento del que data la iglesia principal dedicada a San Lorenzo. En la segunda mitad del siglo XIX la ciudad creció rápidamente debido a la fuerte industrialización. La edificación de los barrios inmediatamente en las afueras del casco antiguo está predominada aún hoy por los edificios representativos públicos y privados de los años 1860–1880. A partir de 1860 Winterthur desempeñaba un papel destacado en la política cantonal, liderando la oposición contra el liberalismo económico de Zúrich. Este auge político y económico fue interrumpido por la gran crisis de los ferrocarriles privados de Suiza, en 1882. La ciudad tardó hasta 1950 en poder devolver las deudas acumuladas.
Pese a ser una ciudad industrial Winterthur ha conseguido ser considerada una “ciudad jardín” por el interés de mantener muchas zonas verdes dentro del entorno urbano. Por este esfuerzo la ciudad fue galardonada en 1989 con el Premio Wakker de la protección civil suiza.
Por la ciudad pasan los ríos Eulach y Töss, y está rodeada por varias colinas en cuyas laderas se plantan vides.
Winterthur tiene reputación de “ciudad de museos” con en total 17 museos, algunos de ellos de reputación mundial; y dentro de su patrimonio monumental podemos encontrar los castillos de Kyburg y de Alt-Wülflingen, así como los palacios de Mörsburg, Wülflingen y Hegi.
Llegado a tu destino acampas en el jardín de una casa, donde además tus anfitriones te dan acceso al wifi. ¡Genia!
Pronto abandonarás Suiza y nuevos países jalonarán tu aventura. Un abrazo y seguimos expectantes tus noticias.
Como no despedirme con tu preciosa descripción de este país que haces en tu facebook:
“Cien cantones, mil dialectos, millones de vacas. Muchas montañas muy altas y alta gama en coches. Silencio en los pueblos, y pulcritud en las ciudades con lagos azules. Chocolate suizo de cacao africano. Protestantes campanarios afilados que atraviesan las nubes donde andan los precios. Casas con jardín, bosques de aire puro y pura el agua de los ríos. Granjas de playmobil, Perlé por el mundo”.
Por Ángel Martín-Fontecha Guijarro
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