Crónicas del Carnaval de Herencia 2ª parte

Han llegado los carnavales, Herencia hierve en fiesta.

Las máscaras, de la guisa que ya relatamos, se enzarzarán amistosamente en conversación directa, aunque trasteada, con el Sr. Alcalde, amigo o enemigo suyo, con aquella a la que nunca cruzó un saludo, con aquel que no quiso hacerse novio con ella, con el vecino, con el amigo, con el pariente, con el cura, con el Cabo-Jefe de Puesto y hasta con el Juez de Paz que antaño le recordó el articulo 51-bis del Código, acerca de lindes entre barbechos y rastrojeras. A ésos y a muchos más desconcertarán con el tono chillón del «¿a que no me conoces?», para a continuación pasar a la taberna o al Bar, donde la máscara beberá a cuenta del aturdido caballero.

Y mientras que la realización de ésas actividades, oficialmente programadas, se van desarrollando, en otros lugares, o en los mismos, la improvisación carnavalesca de los más animados, que nunca faltan, constituirá las notas más divertidas en el gran espectáculo escenificado en plazas y calles.

En las primeras horas de la mañana, la banda de música recorre las calles con alegres dianas. Posteriormente la organización de los carnavales va a cosechar sus frutos en los distintos concursos deportivos, culturales o artísticos. Así, se celebrarán campeonatos de fútbol (serio y cómico), certámenes literarios y de pintura. pasando por los juegos de mesa y la continuación de los desfiles de «jinetas», sin olvidar los cultos religiosos, especialmente los funerales de ánimas, con asistencia de autoridades y representantes de todos los gremios.

Por las noches, largas y misteriosas, los bailes alborotan el ambiente de tal manera que hasta los viejos, nostálgicos, «sanochan» contando aventuras de sus tiempos mozos, velando, a la vez, el sueño de los crios, mientras que los padres de éstos, haciendo una excepción, «pasodoblean» alegres en las pistas. En otros tiempos era obligada, en estos bailes, la presencia de las madres de las novias, por un por si acaso o qué sé yo.

Desde los pasacalles matutinos, el bullicio en las plazas, el «roce» y el parque, concursos, bailes de disfraces y de sociedad, hasta el chocolate con churros de las altas horas de la noche, los herencianos y otros abandonan estoicamente quehaceres y problemas cotidianos, adentrándose en el mundo del confeti, el pasodoble y el bar repleto.

Mención aparte, y gloriosa, merece el recordar las aventuras de los personajes que ahora son historia, que antes fueron mucho de sal y pimienta en el «mojote» de las fiestas, siendo Herencia deudora de un homenaje a los que, entonces, con iniciativas, imaginación y gran sentido del humor, supieron encauzar, los carnavales por los derroteros de la cordialidad. Así se recuerda todos los años por estas fechas las escenas del médico, enfermo y enfermero, por ejemplo, interpretadas por nuestros admirados Jesusillo, «Corrige» y «Patarrilla» -con perdón-. Se rememora, emocionados, el humor impertérrito de los Sabas, «Malvado » -con perdón-, Petronilo…y tantos y tantos otros que desde el sarcasmo cómico nos enviaban su mensaje de divertida cordialidad.

Así, se recuerdan también, las actuaciones de las tunas o estudiantinas, charangas omurgas, que si en otros tiempos tuvieron años de esplendor, ahora resurgen, otras nuevas para honor y gloria, de Herencia. Cómo no recordar la Murga de nuestro compositor Gregorio Oviedo, vestida de mejicanos, aragoneses o manchegos, cantando, por ejemplo, aquello que decía:

Cuando el eclipse de sol,
no me quiero ni acordar,
la de ratos que pasamos
mirando por un cristal.
—–
Allá en Turquía, allá en la Arabia,
nos tomábamos una copa diaria,
vimos a Sabas y a «Patatilla»‘
con los papeles, con los papeles
del «pescao» frito.
—–
Enrique, el de la farmacia,
va diciendo sin cesar:
a todos los «colchoneros»
vendo tabletas de Okal.

Y tantas y tantas otras más. !Cuanto hay que agradecer a todos ellos!. Repito que es necesario y urgente un homenaje como testimonio de nuestra admiración más entusiasta.
El martes de carnaval, a primeras horas de la tarde, llegamos a la ceremonia más importante de la fiesta: Es el Ofertorio de Animas. El que da nombre y culminación a la fiesta. Comienza con el tradicional «puñao«, que consiste en recoger, en la puerta del Ayuntamiento, caramelos y otras chucherías, así como llenar las botas de zurra. Desfile de «jinetas» con sus gremios respectivos, algunas actuaciones artísticas. Desfile popular de carros, tílburis, galeras…, siendo las caballerías que los transportan engalanadas con arreos o aparejos, guarniciones, tan limpios como musicales, luciéndose las obras de arte de los esquiladores en las grupas. Son los precursores de los «concursos de carrozas», que, ahora y desde hace ya bastantes años, se celebran, participando incluso muchos pueblos de la comarca.
Todos ellos entregarán sus ofrendas, propias de cada gremio, ante la tribuna, situada en la plaza. Con ellas se efectuará posteriormente una puja o subasta, y con los beneficios, más la recolecta hecha entre los asistentes con la clásica «manta», se destinarán a misas por las Ánimas, cumpliendo así, cada año, con la finalidad originaria del Ofertorio.
El combate que se desarrolla entre el público y las autoridades, desde los vehículos y tribuna, respectivamente, origina una lluvia torrencial de confeti y serpentina, dando fin a la ceremonia.
Al día siguiente, Miércoles de Ceniza, si el tiempo acompaña, es día de campo, es el«entierro de la sardina», o la comilona de cordero asado para los más atrevidos. Es la juventud que sube a la sierra, para contar las mil y una aventuras de los días pasados. Ese día, también, es la puerta de entrada de la Cuaresma. Atrás se queda la máscara, la ficción, los disfraces recogidos en el baúl, para dar paso, posiblemente, a la abstinencia cuaresmal, a la realidad del trabajo, del estudio o las tareas del bogar.
Más, he ahí que en el domingo siguiente, «domingo de piñata», aún pega coletazos el carnaval y aunque debe imperar el recogimiento cuaresmal, todavía quiere verse algunamáscara pertinaz.
Con intención, hemos mezclado tiempos y hechos, intentando mostrarnos a nosotros mismos, herencianos, el gran leudo histórico del que somos poseedores, digno de incorporarlo (aunque sea un poco soñar) a la larga lista de los carnavales de Munich, París, Venecia, Colonia, Rio, Buenos Aires, Montevideo, Sevilla…,con la pretensión de que los nuestros, lejos del desánimo, sigan presentes año tras año, en la gran y maravillosa tarea que supone el enriquecimiento del folklore en su completa acepción de «conjunto de las tradiciones, creencias y costumbres de las clases populares».

Autor: Jesús Sanchez Aguilera

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