Víspera de inicio del viaje de Perlé
“no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento…”
(Cap. II, 1ª parte de “El Quijote”)
En los tiempos que nos ha tocado vivir, donde la globalidad se impone en todos los ámbitos de la vida, y dentro de la batalla en contra de las ideas convencionales y la mediocridad, muchas personas no entenderán las locas metas que un personaje como Elías tiene.
Quiero hacerme una idea de cuáles pueden ser las emociones que, en estas horas previas al inicio de la aventura, recorren el cuerpo y el alma de nuestro héroe trotamundos.
Al parecer, la única vía de ser como estos aventureros es la de estar locos. Pero claro, mientras que al resto de los mortales el estar locos nos aleja de la zona de confort que cómodamente nos hemos creado, a estos personajes les abre puertas hacia una vida increíble y muy original.
Escuchando a Elías contar detalles de su proyecto, entiendo que estar loco es algo vital para una revolución necesaria de nuestro mundo, y puedo entender que para lograr nuestra misión en la vida debemos quitarnos los miedos y abordar cualquier tipo de distracción aventurera en tiempos de nómadas en los que vivimos.
Hoy todos en Herencia, conocemos de la idiosincrasia de un pueblo mitad Quijote y mitad Sancho, mitad religioso y mitad profano, mitad de unos y mitad de otros… Y en estos momentos, uno de los nuestros se convierte en un loco quijote (cuatro siglos después de la aparición literaria del Ingenioso Hidalgo) para emprender una hazaña donde, además de su satisfacción como persona, nos habla de dar a conocer las raíces de su tierra y de su mundo y, sobre todo, mostrar la manera en la que un pequeño pueblo vive sus tradición más auténtica, el Carnaval.
Y, cómo no, permitidme un poco de humor: Como no va a estar loco un joven que se atreve a recorrer casi treinta mil kilómetros para llegar a su destino, si haciendo un “bujero” desde la plaza de nuestro pueblo llegaría al mismo sitio recorriendo “sólo” algo más de doce mil kilómetros.
Elías, en la víspera del inicio de tu ingeniosa andanza aparta los nervios y las dudas para dejarte alimentar sólo de tu espíritu aventurero. ¡A por ello!
Por Ángel Martín-Fontecha Guijarro
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