“… pues todo esto que yo te pinto son incentivos y despertadores de mi ánimo, que ya hace que el corazón me reviente en el pecho con el deseo que tiene de acometer esta aventura…”
(Cap. XX, 1ª parte de “El Quijote”)
Poco a poco el cuerpo se va acostumbrando al duro trajín diario necesario para llevar a buen puerto la tarea comprometida. Cuando los primeros rayos de sol van encendiendo la llanura manchega, empieza una nueva etapa rumbo a la capital conquense. Poco a poco, el llano característico de nuestra región va arrugándose revelando la cercana presencia de cerros que se prolongarán por una próxima serranía escarpada. No en vano, en estas tres etapas, las altitud media pasará de los 650 metros de tu Herencia natal, a los 950 metros de la ciudad de Cuenca.
Te despides de Osa de la Vega, donde por unas horas la imagen del Perlé carnavalero ha dejado en un segundo plano a la memoria de Don Gregorio Catalán Valero, héroe local, militar que participó en la Guerra de Filipinas y que junto con un minúsculo grupo de soldados mantuvo la resistencia española en el archipiélago sin aceptar que la guerra ya había acabado.
Y a lomos de “Penélope” te adentras por esos caminos polvorientos que cerrarán a tu espalda la mancha conquense para abrirte nuevos paisajes que descubrir.
Pasas por Fuentelespino de Haro y, a continuación, te adentras en el término de Villar de Cañas. Como vecino de viaje el río Záncara que de pronto sale a tu camino que en otras ocasiones parece esconderse de tu presencia como en un entretenido juego infantil. Tanto el río como tú, permanecéis ajenos a la problemática local, regional y nacional que se extiende sobre el tan traído y llevado Almacén de los Residuos Nucleares.
Lejos de polémicas varias, cinco siglos después de que el Emperador Carlos V pernoctara en esta pequeña villa tú, Elías, te abres camino por las calles de este pueblo que si bien no portas corona imperial si acarreas la ilusión de un joven que busca cumplir con su destino aventurero.
Después Villares del Saz, donde en un patio local degustas una fresca limonada que te sabe a delicioso manjar, prosigues dirigiéndote a la localidad de San Lorenzo de la Parrilla, que curiosamente, como muchas veces ocurre en las fábulas de los hombres, su nombre tiene una particular historia. Parrilla se llamó en su principio este pueblo por surgir en un lugar abundante de vides; luego a finales del siglo XVI se buscó un patrono para la localidad, y los moradores del lugar decidieron que fuese San Lorenzo, por haber muerto en unas parrillas. De las cepas a los asadores, y el Santo por medio.
Y terminas la etapa en la simpar Cuenca, con su hoces, sus casas colgadas, su patrimonio cultural y paisajístico… Y estos dones se te presentan para regusto de tus sentidos en el descanso de esta tercera etapa.
Ayer al ponerme en contacto contigo sentí algo de zozobra en el tono de tu voz, hoy he vuelto a reencontrarme en tus palabras con el entusiasmo que todos te reconocemos.
¡¡¡Ánimo Elias, estamos contigo!!!
Por Ángel Martín-Fontecha Guijarro
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